El
entrenamiento es un aprendizaje progresivo que sigue reglas
de adaptación. Según el nivel en el que se encuentra la persona y su
objetivo se utilizan diferentes ejercicios; es importante fijarse donde
tiene problemas la persona para realizarlos.
Esto es
esencial para avanzar y no encontrarse con:
- Lesiones.
- Sobre esfuerzos.
- Sobre entrenamiento.
- Abandono de la actividad. Etc.
En un programa
de entrenamiento, aquello que dificulta o impide hacer correctamente el
ejercicio recibe el nombre de: eslabón débil; detectarlo permite hacer
las correcciones necesarias para evitar el exceso de tensión y otros problemas:
Edad:
La
persona es demasiado joven o mayor para el ejercicio, lo que condiciona su
realización debido a tener más o menos: experiencia, coordinación, equilibrio,
energía, fuerza, facilidad para lesionarse, etc.
Fuerza:
A medida
que se avanza en el entrenamiento la fuerza aumenta y los ejercicios han de ser
los adecuados en cada momento.
Si se
tiembla, claudica, se ponen muecas o no se realiza un recorrido completo de
movimiento, dejando caer la extremidad o el tronco, tal vez sea porque no se
tiene suficiente fuerza.
La fuerza
es fácil de valorar por la persona y su percepción será suficiente.
Grado
de dificultad (no es lo mismo principiante que profesional):
Se
refiere al grado de dificultad técnica del ejercicio.
Como
sucede con la fuerza, el cuerpo va aprendiendo y adaptándose según avanza el
programa de entrenamiento, por lo que el grado de dificultad de los ejercicios
aumenta.
Algunas
de las señales de hacer un ejercicio para el que no se está preparado,
son: fatiga, mala coordinación, falta de fuerza o dificultad para comprender la
técnica.
Diferenciación
motora:
Según se
crece el movimiento
pasa de ser tosco (poco diferenciado) y reflejo a fluido y controlado; lo que
ayuda a adquirir capacidades motoras como caminar o escribir.
El
deportista diferencia el movimiento de unas zonas del cuerpo respecto a otras
para adquirir precisión y realizar movimientos complejos mejorando su
rendimiento.
Si el
ejercicio se hace como un robot, sin diferenciar el movimiento entre
segmentos corporales, se saca la lengua (como al aprender a escribir), etc.
Puede ser demasiado para la persona, y es necesario, por ahora, bajar la
exigencia con un ejercicio menos técnico.
Conciencia
corporal (esquema corporal y lateralidad):
Conocer
el lugar del espacio en el que se encuentra el cuerpo; saber su grado de
tensión, su libertad de movimiento, su peso, etc. Permite realizar el ejercicio
de forma segura y efectiva.
Si al
hacer el ejercicio la persona se golpea y desequilibra en exceso, o confunde la
derecha con la izquierda, puede que necesite mejorar su lateralidad, y, con
ello, la conciencia adecuada de su cuerpo y la capacidad para coordinarse y
orientarse. De la misma manera necesitará pasar a un ejercicio más básico en
términos de desarrollo motor.
Comprensión
del ejercicio:
Comprender
el ejercicio es esencial; si no se comprende es necesario saber si hay un
problema por parte de la persona entrenada, un problema de expresión del
entrenador o de ambos a la vez.
El
entrenador puede explicar el ejerció correctamente, pero, debido a tensiones en
el esquema corporal, lo hace con dificultad o tensión; la persona imita esto
antes que seguir la explicación verbal.
Si al
entrenador se le repite el problema de comprensión con todos o la mayoría de
las personas, es posible que se deba a una dificultad para comunicar el
ejercicio.
Un
problema de oído o de concentración puede ser la causa. El entrenador puede
fijarse si la persona ladea la cabeza o cierra los ojos cuando se le explica el
contenido del ejercicio, pidiendo que le repita lo dicho para ver si lo
comprendió.
Cada
persona, por su sistema sensorial prioritario, sexo, edad, entorno,
experiencia, etc. Tiene lenguajes diferentes que es necesario captar para que
se produzca una buena comunicación cuando se explica el ejercicio (ver Antiterapia), si no es
así, se pueden dar problemas de comprensión del mismo.